Una mujer de pie frente a un espejo de baño iluminado suavemente, con una expresión tranquila y reflexiva, simbolizando la autoaceptación, el envejecimiento consciente y el crecimiento personal.

Me Siento Mejor Que en Mis 30's... Y Envejecer Es la Razón

December 03, 20258 min read

Me Siento Mejor Que en Mis 30's

Y Envejecer Es la Razón

Por Deidre Lopez

A woman standing in front of a softly lit mirror, reflecting on her life, aging, and self-acceptance.

Estoy a menos de una semana de mi cumpleaños, mirando el último tramo de mis treintas como si fuera tanto un hito como un espejo. Le dije a mi esposo: “Quiero sentirme como me sentía en mis treintas.”
Él inclino su cabeza, pensando que hablaba físicamente: los entrenamientos, la constancia, la energía… y sí, esa era una parte.

Pero en el momento en que esas palabras salieron de mi boca, algo dentro de mí se abrió en dos.

Porque recordé una mañana no hace mucho, parada frente al espejo del baño, mirando un cuerpo que pasé décadas criticando. Un cuerpo al que llamé “asqueroso” más veces de las que quiero admitir. Un cuerpo que pellizqué, escondí, castigué, avergoncé, comparé y analicé bajo luces crueles… y nunca (ni siquiera cuando estaba en mi peso más bajo) creí que fuera suficiente.

Y me golpeó con una crueldad casi cómica:

Incluso cuando fui la versión más pequeña de mí misma -
en mi adolescencia, mis veintes y hasta mis treintas tempranos -
me hablé con la misma impaciencia, el mismo disgusto y la misma “insuficiencia” que me seguía como sombra.

Nunca lo suficientemente delgada.
Nunca lo suficientemente bonita.
Nunca lo suficientemente sexy.
Nunca suficiente.

Nunca se trató del cuerpo.
Siempre se trató del condicionamiento.

Del susurro cultural, ese que es tan constante y tan silencioso que termina convirtiéndose en tu propia voz:

“Nunca eres suficiente.”

A close-up of a woman’s hands resting gently on her body, symbolizing self-criticism, healing, and reclaiming self-worth.

No como mujer.
No como madre.
No como pareja.
No como hija.
No como amiga.

No das suficientes regalos.
No organizas suficientes fiestas.
No ganas lo suficiente.
No eres una madre lo suficientemente perfecta.
No logras lo suficiente para cierta edad.
No envejeces lo suficientemente lento, ni suave, ni discretamente.

En algún punto, “ellos” los famosísimos ellos nos convencieron de que ellos tienen derecho a definir lo que es suficiente.
Y nos lo tragamos entero.


La Época en Que Ni Siquiera Pensaba Que Querría Llegar a los 40

Hubo un tiempo en mi vida en el que no pensaba o tal vez no quería llegar a los 40.
Me parecía una edad antiquísima.
Como el inicio del final.
La edad donde, supuestamente, todo empieza a ir cuesta abajo.

Cuarenta era la meta final, no el comienzo de nada.

¿Y ahora?

Algunas mañanas me despierto y realmente siento como si todavía estuviera en mis veintes. No porque mis articulaciones estén de acuerdo, definitivamente no lo están, sino porque el tiempo, de alguna manera, se dobló sobre sí mismo cuando no estaba mirando.

Porque en los momentos en que la vida me estaba exprimiendo el aire, el tiempo se detenía por completo.
El dolor te congela.
La alegría te acelera.
Y de repente un día despiertas y te das cuenta de que ambas cosas ocurrieron en el mismo parpadeo.

Esa frase “los días son largos, pero los años son cortos” es dolorosa, hermosa y profundamente cierta.

A blurred, softly lit image symbolizing the passing of time, capturing the feeling of years moving quickly while certain moments stand still.

Y honestamente, tengo que preguntar:

¿De quién fue la horrible idea de medir la vida en años?

¿Por qué no medimos:

  • etapas,

  • estaciones,

  • transformaciones,

  • versiones,

  • iniciaciones,

  • despertares?

¿Quién decidió:

  • que somos “demasiado mayores” para tener hijos a los 40,

  • que a los 21 somos mágicamente maduros,

  • que a los 18 sabemos algo de la vida,

  • que nuestra vista empieza a fallar a cierta edad,

  • que nuestro “pico” tiene fecha de vencimiento,

  • que ciertas edades equivalen a ciertos logros?

¿Quién hizo las reglas?
¿Y por qué las aceptamos?

La edad se ha usado como puntaje: una forma de medir nuestra belleza, relevancia, ritmo, logros y valor.

Pero ¿y si la verdad es esta?

La edad no define la etapa.
La etapa define la edad.

Todas conocemos personas que:

  • tuvieron bebés a los 42,

  • cambiaron de carrera a los 39,

  • se enamoraron a los 60,

  • se reinventaron a los 55,

  • encontraron la paz a los 70.

Y aun así seguimos persiguiendo un número como si dictara nuestra identidad.

En algún punto, nuestro poder se deslizó de nuestras manos tan silenciosamente como lo hace la niebla de San Francisco cuando sale el sol; suave, sutil, pero dramática.

Tal vez es hora de recuperarlo.


La Lista que Nunca Aceptamos

En algún punto, a las mujeres nos entregaron una lista a la que nunca nos inscribimos conscientemente:

  • Sé joven

  • Sé bella

  • Sé deseable

  • Sé agradable

  • Sé elegida

  • Sé madre

  • Sé esposa

  • Sé cuidadora

  • No envejezcas

  • No arrugues

  • No te ablandes

  • No caigas

  • No pierdas tu valor

¿Y los hombres?

Su lista es distinta, pero igual de asfixiante:

  • Sé exitoso

  • Sé fuerte

  • No llores

  • No fracases

  • Provee

  • Logra estatus

  • Muestra poder

  • “Sé alguien” antes de los 40

    A torn checklist page with empty and crossed-out boxes, representing the unrealistic expectations society places on women and men.

Ambas listas tienen una sola cosa en común:

Nos mantienen persiguiendo cosas que no necesitamos, mientras ignoramos lo único que el alma realmente anhela:

Encontrarnos a nosotras mismas.

No la versión curada.
Ni la heredada.
Ni la actuada.
Ni la esperada.

Sino la versión real. La que no aparece hasta que la vida te talla, te suaviza y te fortalece con el tiempo.

Encontrarla requiere envejecer.
Requiere vivir.
Requiere corazones rotos, risas, pérdidas, reencuentros y cada fuego que has cruzado solo para llegar a otro pastel de cumpleaños.

La juventud no puede darte eso.
Solo el tiempo puede.


La Mentira de la Juventud

Seamos honestas:
La juventud no es la cima.
La juventud es el borrador.

Y aun así, industrias enteras ganan millones convenciéndonos de que la meta es quedarnos suspendidas para siempre en una década que ni siquiera entendimos la primera vez.

Botox.
Rellenos.
Lifts.
Láseres.
Sueros.
Dietas.
Filtros.

Miles de dólares prometiendo borrar lo que la vida tan bellamente escribió en tu piel.

No porque las mujeres odien envejecer sino porque nos enseñaron a temer las consecuencias.

Pero aquí está la verdad que casi nadie dice:

Nos elogiaron más en los años en que menos nos conocíamos.

Miro mis veintes y mis treintas y pienso:

Dios, era hermosa…
pero no lo sabía.

No lo sentía.
No lo vivía.
No lo habitaba.

Ahora sí.
Ahora soy hermosa de una manera que la juventud jamás podría replicar.

Ahora soy hermosa porque estoy llegando a ser.


Se Necesita una Aldea

No Solo Para Criar Niños, Sino Para Criarnos a Nosotras

Nos encanta decir “se necesita una aldea”, pero solo usamos esa frase para hablar de criar hijos.

La verdad es más grande:

Se necesita una aldea para criar jóvenes,
para sostener adultos,
para guiar a quienes envejecen,
y para honrar a los ancianos.

Antes vivíamos en sabiduría intergeneracional.
Aprendíamos de quienes venían antes.
De sus historias, sus errores, sus profundidades.

Y ellos dependían de la juventud para energía, curiosidad y frescura.

Ahora estamos separados por décadas como si estuviéramos organizando un armario.

Jóvenes allá.
Adultos intentando sobrevivir aquí.
Mayores guardados más allá.

Y nos preguntamos por qué nadie sabe cómo envejecer.
Por qué nadie sabe cómo transicionar.
Por qué todos se sienten solos en cada etapa.

Cuando eres joven, necesitas guía.
Cuando estás en tus treintas y cuarentas, necesitas recordatorios y sabiduría.
Cuando eres mayor, te conviertes en guía pero aún necesitas la chispa de la juventud.

Nunca se suponía que envejeciéramos solas.
Se suponía que envejeciéramos en comunidad.

Hemos olvidado los roles.
Y por eso estamos a la deriva.


La Belleza de Convertirse

Aquí está la verdad que el envejecimiento me ha regalado:

Tengo menos paciencia para tonterías
y más paciencia para lo que importa.

Quiero profundidad sobre drama.
Conexión sobre rendimiento.
Verdad sobre imagen.
Descanso sobre restricción.
Alegría sobre comparación.

A woman walking forward in warm golden light, symbolizing the confidence, clarity, and freedom that come with aging.

Quiero sentirme bien más de lo que quiero verme joven.

Y lo hermoso es que no se puede fingir esto.
Este tipo de libertad solo llega con la edad.

No quiero el cuerpo que tenía a los veinte
ni la cara que tenía a los treinta
si eso significa perder la sabiduría que tengo ahora.

No quiero su inseguridad.
No quiero su confusión.
No quiero su autocrítica.
No quiero su necesidad desesperada de ser elegida.

Quiero a la mujer en la que me estoy convirtiendo, a la que pasé décadas buscando sin saberlo.


Lo Que Nadie Te Dice Cuando Eres Joven

Nadie te dice que envejecer es:

un arraigo,
un ablandamiento,
un fortalecimiento,
un profundizar,
un soltar lo falso
y reclamar lo verdadero.

Nadie te dice que no conoces a tu yo real a los 20. Ni a los 30. A veces ni a los 40.

La conoces cuando dejas de actuar.
Cuando dejas de disculparte.
Cuando dejas de mendigar ser “suficiente”.
Cuando dejas de perseguir la versión de ti que el mundo pide
y comienzas a convertirte en la que naciste para ser.

Envejecer no te disminuye.
Te revela.


Círculo Completo

Así que, mientras entro a este cumpleaños, no siento el miedo que la sociedad dice que debería sentir.

Siento me llegada.

No quiero volver atrás.
Ni físicamente.
Ni emocionalmente.
Ni espiritualmente.

No quiero a la chica que fui.
Quiero a la mujer que he ganado.

La que tiene líneas de risa y historias. La que tiene estrías y fuerza. La que tiene límites y claridad. La que tiene más suavidad y más fuego que nunca.

No quiero parecerme a mi pasado.
Quiero ser mi presente.

Porque la verdad es simple:

No envejecemos hacia la caída.
Envejecemos hacia el devenir.
Envejecemos hacia nosotras mismas.

Y tal vez envejecer no sea la pérdida que nos advirtieron; tal vez sea el convertirse que ellos nunca lograron.

Soft morning light breaking over a quiet landscape, representing renewal, arrival, and the beauty of becoming.
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