
El león, el lobo y el regreso al verdadero poder Un viaje de equilibrio, sanación y regreso a casa
El León, El Lobo y El Regreso al Verdadero Poder
Un viaje de equilibrio, sanación y regreso a casa
Por: Deidre Lopez
Durante generaciones, hombres y mujeres han repetido patrones que no eligieron. Heredamos creencias sobre cómo deberían ser la fortaleza, el amor y la pareja, creencias que a menudo desconectaron a ambas partes de su verdadera naturaleza. Esta no es una historia para buscar culpables, sino para recordar lo que sucede cuando comenzamos a recuperar el equilibrio interior y en nuestras relaciones.
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La Desconexión
Hubo una época en mi matrimonio en la que no me sentía lo suficientemente segura como para ser vulnerable. Mi esposo y yo hacíamos lo que creíamos que debíamos hacer. Él se crió en un hogar hispano tradicional donde los hombres trabajaban, se mantenían estoicos y rara vez hablaban de sus emociones. Se esperaba que las mujeres se encargaran de todo lo demás: los hijos, el hogar, las emociones y el trabajo invisible del que nadie habla.
Vengo de un mundo distinto, pero igualmente desequilibrado. Me crió una madre soltera (divorciada, como su madre antes que ella) que me enseñó que la seguridad provenía de la autosuficiencia y que la presencia de un hombre era algo que había que ganarse o conservar. Crecí viendo a mujeres cargar con todo, buscando la seguridad que nunca les habían dado. Así que, al hacerme adulta, hice lo mismo: busqué protección convirtiéndome en mi propia protectora.
Me adapté de la única manera que supe. Me volví fuerte, capaz y tenaz. Tomé el control de todo porque me sentía más segura que esperando una ayuda que nunca llegaba. Pero ese control tuvo un precio. Mi energía se endureció. Mi voz se volvió más aguda. Mi risa se apagó. Y cuanto más masculina me volvía, más se distanciaba mi marido. Ambos estábamos atrapados en viejos patrones generacionales, ninguno de los dos encarnando nuestra verdadera energía.
No fue la falta de amor lo que nos mantuvo desconectados, sino el malentendido.

El Despertar
Un día, durante la meditación, escuché un mensaje en mi interior: a los hombres se les ha enseñado mal. Nunca debieron dominar a las mujeres; su propósito era proteger el sagrado equilibrio entre lo masculino y lo femenino. Y las mujeres, a su vez, nunca debieron empequeñecerse ni someterse, sino crear, nutrir y expresar la fuerza vital que fluye a través de toda la creación.
Me di cuenta de que los matrimonios se estaban desmoronando en todas partes porque habíamos perdido el rumbo de la armonía energética. Habíamos confundido dominio con liderazgo, independencia con fortaleza, sumisión con debilidad y sensibilidad con fragilidad. En realidad, tanto hombres como mujeres poseen energía masculina y femenina . El objetivo no es elegir una, sino honrar ambas.
La energía masculina que reside en nosotros nos brinda estructura, protección, concentración y acción. La energía femenina permite la intuición, la creatividad, la emoción y la fluidez. Cuando una de las dos energías predomina, se produce un desequilibrio. Cuando fluyen juntas, todo florece.
Comienza el Trabajo Interior
Tras esa meditación, comprendí que la mera consciencia no cambiaría mi vida. Tenía que encarnar la verdad que se me había revelado. Así que empecé a suavizar mi carácter, no para provocar una reacción en mi marido, sino para reencontrarme conmigo misma. Dejé de esperar a que él cambiara y, en cambio, decidí tomar las riendas de mi vida.
Cuando me sorprendía controlando, defendiéndome o esforzándome, me preguntaba qué era lo que realmente me decía el miedo. Empecé a liberarme de las viejas creencias que me decían que tenía que luchar para ser escuchada o mantenerme fuerte para estar a salvo. Poco a poco, recuperé mi esencia femenina, permitiéndome recibir, descansar y sentir alegría sin remordimientos.
Hubo días en que quise renunciar. Días en que mi ego gritaba: "¿Por qué tengo que ser yo quien cambie?". Pero comprendí que la sanación no ocurre cuando ambas personas acuerdan transformarse; comienza cuando una persona decide romper el patrón, incluso si tiene que recorrer ese camino sola durante un tiempo.
Equilibrar mi energía masculina significó permitirle proteger y apoyar mi lado tierno, no reprimirlo. Practiqué la estructura, la disciplina y los límites desde el amor, no desde el miedo.
Lo más difícil fue aceptar el resultado. Tuve que asumir que mi matrimonio quizá no sobreviviría a esta transformación y que eso tenía que estar bien. La verdadera sanación no consiste en arreglar a otra persona; debe surgir del deseo de alcanzar la plenitud interior. Cuando finalmente dejé de intentar «arreglar» a mi esposo y me centré en sanarme a mí misma, todo empezó a cambiar. Mi energía cambió y, con el tiempo, la suya también.
El Momento en Que Todo Cambio
Un día, tras una mañana difícil, necesitaba espacio y me alejé en silencio. En lugar de reaccionar, mi esposo reunió a nuestros hijos y jugó con ellos. Afuera se oían risas puras, ligeras y espontáneas. Su dulce presencia llenó nuestro hogar de paz.
Ese simple gesto de ternura me conmovió profundamente. Su energía masculina se había vuelto protectora en lugar de distante, permitiendo que mi energía femenina emergiera plenamente. Fue la primera vez que sentí que la energía entre nosotros comenzaba a reequilibrarse. Esa noche, en vez de quedarme en la cama preguntándome por qué me había quedado, susurré: «Gracias por un día maravilloso». La gratitud había reemplazado al resentimiento.

El Viaje Hacia Adentro
Ese momento fue un punto de inflexión, pero la verdadera transformación llegó cuando decidí seguir introspectando. Mi viaje de autodescubrimiento fue a la vez largo y corto; lento en su desarrollo, pero repentino en su despertar. Se fue gestando silenciosamente a lo largo de mi matrimonio, pero el verdadero cambio surgió del dolor de sentirme sola y perdida. Ese dolor se convirtió en una invitación a explorar quién era realmente, más allá de todas las capas.
Comencé a meditar con regularidad. Tomé clases y talleres sobre autodescubrimiento y felicidad. Practiqué afirmaciones y empecé a hacer ejercicio no para cambiar mi cuerpo, sino para reconectar con él. Dejé de buscar en otra persona la solución para llenar el vacío y empecé a escuchar mi propia voz interior, la que había ignorado.
Fue entonces cuando me reencontré con mi yo infantil, aquella niña que aprendió que el amor se gana, que ser mujer implica sacrificio, que el valor reside en el servicio. Comencé a sanarla a ella y a todas las versiones posteriores de mí misma, reescribiendo las lecciones aprendidas. Me enfrenté a mis viejos patrones: comunicarme desde el miedo, buscar validación a través del control, confundir el amor con la generosidad excesiva.
Debajo de esos patrones, encontré algo radiante: yo misma. La verdadera Deidre. Auténtica, cariñosa, leal, paciente. Me di cuenta de que en realidad me encanta cuidar de los demás, cocinar, crear un hogar, no porque se supone que debo hacerlo, sino porque me llena de alegría. Redescubrí mi lado juguetón y divertido, esa parte que ríe a carcajadas, baila en la cocina y no le importa quién la mire.
Llegó un momento en que vi a todas mis versiones más jóvenes frente a mí. Me convertí en la mujer que cada una necesitaba. Al abrazarlas, se fusionaron en una sola versión completa de mí. Mi corazón se unió. Mi niña interior, mi joven adulta, mi mujer, todas encontraron armonía. Finalmente, me sentí en casa conmigo misma.
Aún hoy sigo descubriendo cosas nuevas sobre mí misma. Pero ya no estoy fragmentada. Estoy completa. Mi energía masculina interior me protege. Mi energía femenina interior crea a través de mí. Juntas, forman mi base. Desde este lugar, puedo entablar cualquier relación con mi esposo, mis hijos, mis hermanos o mis amigos y crear una conexión auténtica . Porque la relación conmigo misma debe ser lo primero.
A medida que sanaba, comencé a notar este mismo despertar a mi alrededor: en amigos, clientes e incluso desconocidos. Mujeres de todo el mundo están recordando su dulzura como poder. Los hombres están aprendiendo que la fuerza no tiene por qué herir para sentirse. Somos parte de algo más grande: una sanación colectiva que comienza en el corazón de cada uno.

Lo Que la Naturaleza Ya Sabe
Observa la naturaleza y verás que la armonía es la norma, no la excepción. El león no compite con la leona. Él protege el territorio; ella lidera la caza y cría a sus cachorros. Su presencia le brinda seguridad; el poder de ella le da un propósito.
La manada de lobos vive en colaboración, no en la dominación. El macho alfa lidera con serenidad y confianza; la hembra, con instinto e inteligencia. Juntos garantizan la supervivencia de la manada.
En algún punto del camino, olvidamos esta verdad. Quizás comenzó cuando la supervivencia se convirtió en control, cuando las sociedades enseñaron a los hombres que el poder significaba dominio y a las mujeres que la suavidad era debilidad. Generación tras generación, el desequilibrio creció. Lo masculino aprendió a conquistar; lo femenino, a resistir.
Esta desconexión se convirtió en una especie de enfermedad, no del cuerpo, sino del espíritu. Infectó nuestra forma de amar, de criar a nuestros hijos, de liderar, de vernos unos a otros. Dejamos de escuchar el ritmo que la naturaleza aún recuerda: aquel que nos dice que nunca estuvimos destinados a competir, sino a complementarnos.
El león y el lobo jamás cuestionan su papel. Simplemente viven en equilibrio porque confían en el designio divino. Es hora de que nosotros también recordemos ese designio.
Rompiendo el Ciclo Generacional
Como madre de un niño y una niña, sabía que tenía que cambiar el patrón. Mis hijos observaban, aprendiendo qué eran el amor y el equilibrio. Mi madre me había inculcado que el valor de una mujer dependía de la aprobación de un hombre y que la traición era inevitable. También me enseñó, sin querer, a desconfiar de otras mujeres y de su poder femenino.
El trauma generacional no solo se transmite con palabras; reside en los gestos, el silencio y la energía. Si no lo sanamos , nuestros hijos lo heredan. Quería que mi hijo viera que la fortaleza puede ser tierna, y que mi hija supiera que la dulzura es poderosa.
Tenemos la responsabilidad de alzar la voz y decir que lo que no funcionó para nuestros ancestros debe cambiar. Sanar nuestro linaje comienza con cambiar la energía que traemos a nuestros hogares.
Sanando Juntos
Cuando sanamos, invitamos a otros a sanar junto a nosotros. No se trata de culpar a nadie. Los hombres cargan con su propio dolor heredado. A muchos les enseñaron que las emociones son debilidad y la vulnerabilidad, peligrosa. A las mujeres les enseñaron que el sacrificio equivale al amor. Ambas ideas son erróneas.
La sanación requiere compasión. Nos exige encontrarnos como compañeros, no como adversarios.
Ya sea que estés soltero o en pareja, el trabajo es el mismo: debes convertirte en tu propio protector y cuidador. Tu energía masculina interior crea seguridad y estructura; tu energía femenina interior permite la expresión y la fluidez. Cuando estas dos energías están equilibradas en tu interior, tanto la vida como el amor responden de manera diferente.
Si estás en una relación, comprende que tu pareja quizás no satisfaga tus necesidades de inmediato, o incluso al principio. Sus reacciones suelen provenir de su propio dolor y experiencias. Lo más difícil de este proceso es mantenerte firme en el amor mientras sanas junto a otra persona que aún está aprendiendo. Pero también es lo más poderoso. Porque cuando una persona cambia su energía con pura intención, todo a su alrededor comienza a transformarse.
Si estás soltero/a, este proceso se da en soledad. Tienes el don del espacio para observar, reflexionar y reorientarte sin distracciones. Ambos caminos requieren valentía. Ambos exigen honestidad. Pero al final, el destino es el mismo: volver a ti mismo/a.

El Despertar Colectivo
Se nos invita a regresar al equilibrio divino. Cualquiera que sea el nombre que le des a la fuerza creativa de la vida (Dios, la Fuente, el Universo), esta desea que vivas siendo tú mismo/a. Todo ser vivo existe a través de la polaridad: dar y recibir, quietud y movimiento, masculino y femenino.
Cuando los hombres encarnan la verdadera masculinidad —estables, protectores y decididos—, las mujeres retoman naturalmente su verdadera feminidad —creativas, intuitivas y compasivas—. Cuando ambas energías coexisten en nuestro interior, el mundo que nos rodea sana.
El desvío de llamadas
Ya sea que estés soltero o en pareja, la invitación es la misma: conócete a ti mismo por completo. No puedes construir armonía con otra persona si estás en guerra contigo mismo. La relación contigo mismo marca la pauta para todas las relaciones que tendrás en el futuro.
Si tienes pareja, empieza por suavizar tu energía. Escucha con más atención. Habla con sinceridad, pero sin culpar. Practica estar presente en lugar de reaccionar. Deja que tu propia sanación cree un espacio de calma que invite a tu pareja a conectar contigo de otra manera. Recuerda, no haces esto para cambiar a tu pareja, sino para reconectar contigo mismo/a.
Si estás soltero/a, considera este tiempo sagrado. Tienes la ventaja del espacio, la oportunidad de explorar tus patrones, tus heridas y tus deseos sin distracciones. Usa este tiempo para comprender quién eres, qué valoras y qué tipo de energía deseas atraer a tu vida. Cuando te conoces de verdad, dejas de perseguir las relaciones y las atraes.
No importa dónde estés, el camino es el mismo: conócete, ámate y deja que esa conexión guíe tus relaciones. El mundo no cambia cuando encontramos a la persona ideal, cambia cuando finalmente nos reencontramos con nosotros mismos.
Enseñemos a nuestros hijos que la verdadera fortaleza reside en la integridad y la ternura. Enseñemos a nuestras hijas que la verdadera belleza radica en la confianza y la compasión. Aprendamos que la meta nunca fue la perfección, sino la armonía.

El Puente Antes Del Hogar
Cuanto más vivo en equilibrio, más me doy cuenta de que sanar no se trata de alcanzar la perfección. Se trata de estar presente, mostrándonos cada día con apertura, honestidad y gracia. Este trabajo nunca termina del todo, pero se vuelve más ligero, más natural, más gozoso. Cuando encarnamos el equilibrio, nos convertimos en ejemplos vivientes de cómo siempre debió ser el amor.
Regresar al Hogar
Volver a casa no significa regresar a quienes éramos antes del dolor; se trata de encontrarnos con nosotros mismos más allá de él. El león y el lobo no tienen que transformarse en algo nuevo , simplemente recuerdan lo que ya son. Cuando hacemos lo mismo, la vida nos recibe con equilibrio, amor y paz.
Cada noche termino mi día con las mismas palabras en voz baja: «Gracias por un día maravilloso». Esas palabras antes me parecían imposibles. Ahora son una oración diaria de gratitud.
Ya no soy la mujer que necesitaba controlarlo todo para sentirse segura. Soy la mujer que confía. Lidero con gracia, guiada por la leona feroz y la loba gentil que hay en mí.
Que todos podamos regresar a ese lugar dentro de nosotros mismos donde la fuerza se encuentra con la ternura, el amor con la verdad, y lo masculino y lo femenino danzan juntos en divino equilibrio.